Fotografía tomada de “Año Nuevo a la Teotihuacana”
“¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.” Eclesiastés 3:9-11
Hace unas semanas, el disco duro con muchísimo de mi trabajo fotográfico y fílmico decidió colapsar. Esa fue, de hecho, una de las razones por las que tomé la decisión de finalmente empezar a publicar en este blog las fotografías que accidentalmente respaldé.
El trágico evento de mi disco me puso a pensar sobre la fragilidad de nuestro trabajo, de lo rápido que pueden llegar a quedar en el olvido nuestros esfuerzos: Vanidad de vanidades, todo es vanidad, dijo el Predicador.
Ernest Becker en su ensayo “La Negación de la Muerte” habla de cómo los seres humanos buscamos 3 soluciones para lidiar con la inevitabilidad de nuestra muerte. Una de ellas es la creación, la trascendencia por medio de nuestro arte. Sin embargo, como lo comprobó mi disco duro ¿qué garantía tenemos de que nuestro Arte nos trascenderá y será nuestra aportación al futuro? ¿qué pasa si nuestros libros se queman con la biblioteca de Alexandría? ¿qué pasa cuando caemos en cuenta de que tarde o temprano, nuestra obra se pierde para siempre?.
El Arte termina siendo insuficiente para darle un propósito último a nuestra propia existencia. La conclusión a la que llego es que una pieza artística está destinada para ciertos espectadores en un tiempo determinado: tal vez sean millones por generaciones, o tal vez sean unos pocos testigos de un estornudo en la Historia del Arte.
Ahora bien, nuestra obra podrá no ser eterna, pero existe la posibilidad de que llegue a encender un pequeño chispazo de eternidad a otro ser humano, algo que se queda con ellos y los transforma (¿transtorna?) y para los que creemos en la inmortalidad del alma humana, eso convierte nuestro trabajo artístico en algo eterno. Así que, mientras espero que los cirujanos digitales me avisen cuánta información pudieron rescatar de mi disco duro, y tratando de prolongar un poco más la existencia de mi obra, seguiré subiendo fotografías a la nube, y escribiendo mensajes en esta botella que lanzo cada semana al océano digital : existan el tiempo que tengan que existir, véanlas quien deba verlas, y bailemos mientras dure la canción: puede que la melodía haga eco en el infinito.