Ataraxia es una plataforma escrita para retomar el concepto del actuar filosófico. Mediante reflexiones, ensayos, poesía, crónicas y ficción se espera re-significar de forma crítica la realidad.


Manifiesto Editorial

Por: Federico I. Compeán

El manifiesto es una declaración de intención, es un ejercicio consciente de significación de algún deseo. Su naturaleza es normalmente artística o política; en donde la barrera entre ambas es difusa. Así lo es también la que se cierne entre lo político y lo social, la ética y la estética, la historia y la filosofía y en un montón de otras relaciones abstractas, causales o meramente lingüísticas, que se absorben automáticamente en significados confusos en nuestro devenir cotidiano.

Más allá de toda reflexión o  articulación conceptual, la realidad sigue siendo lo que es, existiendo por sí y para sí misma. No es extraño entonces que cualquier articulación teórica, reducción científica o representación artística quede siempre un paso atrás del momento vital que le dio origen.  ¿Qué nos queda entonces de todas estas intenciones? ¿Qué significación hay en nuestro quehacer teórico y reflexivo? ¿Es acaso solo mediante la frenética acción que podemos incidir de forma relevante en nuestra cotidianeidad?

Hay un gusto –muy moderno- por la acción. Existe también una adicción a las imágenes. Así mismo el día de hoy permea un aire de constante diálogo y confrontación política ante las evidentes carencias de una realidad que nos parece inadecuada. Pero incluso en esa aparente disidencia se asume una superficialidad e indiferencia brutal. Un ir y venir en discursos obsoletos, ideologías caducas y anacronismos ridículos que confunden el medio con el mensaje y viceversa. La ironía se percibe entonces como ese exceso de acción, confrontación y crítica que se repite y se reproduce a sí mismo en una nube donde ese manifiesto, artístico o político, se pierde por su ligereza, banalidad y pretensión moral. Me es claro entonces que hace falta retomar la crítica como acción; como espacio de re-significación estética y ética. Hace falta colocarse en esta realidad y despertar a ella en la tradición filosófica de la incertidumbre.

Lamentablemente toda la actualidad, cuando se le reflexiona, llama casi naturalmente a un nihilismo destructor que se asume consciente e inconscientemente en el devenir de los caminos pavimentados de una vida de producción y consumo autómata. Cuando ese nihilismo es encontrado, cuando se nos precipita a ese abismo existencial, quedan básicamente tres opciones: La primera es ignorar la oscuridad de este desesperar a través del consumo de anestesias existenciales; mediante el constante adormecer de los sentidos y la conciencia; por medio de la participación voluntaria en la ilusiones de progreso y las promesas de una ascensión histórica hacia una perfección idealizada, aunque esta sea obtenida solo después de la muerte.

Otra opción es tratar de confrontar directamente todo lo que nos parece incorrecto. Asumirnos como actores de una idea de revolución que se sirve de discursos, teorías y lecciones históricas descontextualizadas. Es crear una identidad moral que desde esa posición superior, dictamine y apunte todo lo que se antoje como incorrecto, inapropiado, injusto o inmoral. Es pintar de blancos y negros la existencia para reposar la desesperación existencial en juegos de insurgencia, en nostalgia de luchas ajenas y en armaduras de inmovilidad filosófica. Es plantarse como árbol en el concreto. Gritarle a la oscuridad sin querer encender la luz. Agredir al sentirse agredido. Dividir la colectividad en alucinaciones morales.

La última opción que se visualiza y la que deseo presentar aquí como manifiesto es la de asumir ese absurdo, esa nada, ese vacío –en apariencia destructor- como una oportunidad de emancipación existencial. En pos de alegorías gastadas podríamos decir que se elige el despertar. Un amanecer filosófico en la tradición de esas contra-corrientes que se originaron fuera de la República de Platón y más cercanas al Jardín de Epicuro. Ese acto filosófico es práctica y ejercicio de conciencia. Es experiencia estética en sí. Es incertidumbre ideológica, es crítica política, es re-significación de la realidad. Es conversión y convergencia. Resistencia y conciliación.

Ataraxia pretende entonces mostrar, mediante reflexiones, ensayos, poesía, crónica y ficción; el vehículo para que ustedes, como abstracción de lector, encuentren la experiencia estética que representa la lucidez filosófica de la nada. Mostraremos aquí los horizontes discursivos de una reflexión crítica, no ideológica. Mezclaremos nuevamente las concepciones de ser, pensar, hacer  y sentir de forma que la oscuridad de un presente angustiante se re-defina mediante la re-significación e interpretación de su realidad propia. El manifiesto de Ataraxia es el de movilizar la revolución personal, el llamado al anarquismo conceptual y a la disidencia lúcida de una vida filosófica como acto estético en sí.   La intención de Ataraxia es que el lector encuentre así su propio Manifiesto.

Así mismo Ataraxia se edifica como un espacio de expresión abierta, un foro cambiante y orgánico de ideas y discusión. Es la intención de este espacio el dar lugar a todas aquellas voces e historias invisibles por sus mismos planteamientos que se alejan de dogmas ideológicos, moralidades mal-entendidas o estética superficial.