Cada generación parece alertarnos de lo problemático de sus tiempos. Intelectuales, pensadores, hombres y mujeres reflexivas intentan desentrañar las particularidades culturales de su imaginario colectivo, de su temporalidad, de su instante histórico.
La crítica prevalece. Sin miedo a equivocarme puedo afirmar que el sentimiento de haber llegado a la plenitud histórica, al pináculo del progreso humano, es algo que o no sea dado o ha sido tan trivialmente fugaz que nadie lo tiene documentado aún.
La idea del progreso es hoy, más que en otros tiempos, engañosa; casi traicionera. No sabemos en qué dirección vamos… hoy muchas veces ni siquiera sabemos si nos estamos moviendo. Una boya a la deriva, esa imagen de Ortega y Gasset ya anticipaba las características de una modernidad inacabada, incompleta, ilusoria y casi fantasmagórica.
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