La música siempre me remonta a los lugares de donde proviene o hacia donde ella decide viajar. Algunas melodías oscuras pretenden evocar paisajes góticos e inciertos. Mediante arreglos exagerados intentan dibujar niebla, bosques y montañas olvidadas por nuestras ciudades iluminadas, ruidosas y resueltas.
El drama de una canción se construye a partir de la incertidumbre de sus notas. Donde menos se pueda predecir su progresión es mayor su semejanza con una realidad libre de la interpretación humana. Es decir, su espontaneidad es reflejo de la naturaleza y no del hombre. Los paisajes que dibuja una obra estética no son los de este mundo; pues sus ritmos son distintitos a los nuestros.
Es un error común el pensar que la música se aprecia mediante el oído solamente.
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